martes, 2 de noviembre de 2010

El mojón (cuento)

(Carta a Clitórida)

...y sinceramente, querida Clitórida, lo que me molesta no es la cuestión estética o que desmientan que es un signo de virilidad, o más aún, que se rían de mí las criaturas cuando paso por la escuela o los amigos me carguen cantándome "el pelao". Peor, que digan que me sentarían mejor que a nadie los cuernos considerando que no habrán flequillo, patillas ni mata de pelo que impidan que se los vea, o que alienten a mi esposa a serme infiel para confirmarlo (como si nunca me hubiera engañado).
Tampoco me molesta que el sol me tueste el cerebro en el verano y deba usar siempre sombrero por eso, o gorro en el invierno porque la azotea se me puede congelar. Ni me calienta que mi madre se pase diciendo que salí igualito al abuelo y al tío, que no hay mal que por bien no venga y que la calvicie algún beneficio trae, como por ejemplo, que no se me notará la edad (paradójicamente) porque jamás peinaré canas.
No me enfurece para nada que me interrumpan cuando estoy trabajando o tomando tereré tan tranquilamente, sólo para decirme que corra a ver tal o cual programa en la tevé porque están mostrando algún milagroso implante o crema del Amazonas que en poco tiempo me hará crecer más pelo que al Pombero. O que mis socios en ronda de tragos me jodan la vida soplándome al oído la mejor receta: que una mujer me masajee el cuero cabelludo con esa sustancia innombrable que les viene de ahí abajito.
Tampoco me desespera ni exaspera que mi señora pondere a los cantantes de moda, actores o jugadores de fútbol, diciendo qué precioso pelo tienen, verdad, y que eso es lo que más la atrae en un hombre. La verdad es que me deja frío, aunque al principio me mortificaba, y es que ella misma me curó de espanto cuando la descubrí en cueros faltando alegremente a la promesa que me hizo en el altar y sobre un extraño de pelo largo que usaba agogó y colita de caballo como ella. Descubrí que no me importaba o no podía remediarlo, da igual porque quien nace para cornudo no muere mocho, así como al barrigón es al ñudo que lo fajen, como dice el refrán.
Lo que realmente me paspa y me revienta las bolas, querida Clitórida, es que en todas partes me tomen de referencia. No te parecerá absurdo que diga esto si tenés en cuenta que cuando alguien pregunta dónde queda el súper, cualquier dirección o la próxima parada de colectivo, no falta alguno que me vea cerca y que diga, por ejemplo, usándome de mojón: "allá, a 20 metros del pelado"; "pasás la peluquería, las dos tiendas y ¿ves aquel calvo?, delante de él es", y así, como si yo fuera un semáforo. ¿No es desesperante acaso, querida Clitórida, que nos tomen a los pelados como señal, mojón o boya? ¿No es maleducado, injusto, discriminativo, ofensivo, cuasi criminal? Y entonces, ¿cómo no voy a sentir rencor contra el mundo, tanto como para salir con esta escopeta y regarles a balazos a todos, eh? Cosa que si no hago ahora mismo, si todavía no aprieto el gatillo no es por conciencia o por piedad, es sólo porque sé que en los diarios me van a poner en primera plana y eso tampoco me molestaría nada, si no fuera porque los titulares van a decir sin falta: "Pelado enloquece y mata a 6 con una escopeta", "Calvito depre liquida a tiros a 6 peludos". O, simplemente,"¡Calvo mató a 6 pelotudos!". ¿No te parece razón suficiente todavía, querida Clitórida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario