miércoles, 8 de diciembre de 2010

El buen amor y el mal llamado amor

Cuando se habla de amor, referido a pareja, ¿de qué se está hablando realmente? Definamos AMOR, en general: sentimiento altruísta que nos hace solidarios con quienes amamos, capaces de sacrificarnos por la felicidad, tranquilidad o realización de esas personas. Por tanto, nos hace mejores y en su proyección, nos vuelve desprendidos, generosos.
A ese concepto, agreguemos una pizca de atracción sexual, y una cucharada generosa de sentido de propiedad acerca de una persona. Tendremos el mal llamado amor. Amor hacia una persona a quien tenemos como pareja o la queremos para eso, o al menos, para la cama. Inmediatamente, apenas agregados estos ingredientes, veremos que se definflan y autoeliminan la generosidad (que para serlo, tiene que ser desinteresada), el altruísmo (porque el amor de pareja suele ser egoísta), el desprendimiento (el sentido de propiedad hace añicos las posibilidades de compartir nada) y desde luego, en el orden de prioridades, repentinamente la obsesión irrumpe en la relación de AMOR.
Pasado el tiempo, y si las cosas pasaron a más, se autoeliminan de nuevo varios de los ingredientes. Chau atracción sexual (los científicos han comprobado que todo es cuestión de feromonas), adiós las ganas hasta de agradar a la otra persona, total ya se la tiene al lado y, ¡vade retro! tampoco es la octava maravilla como se había pensado en principio.
La obsesión, ni hablar, ¿cómo obsesionarse con lo que ya se tiene al lado e incluso se ha convertido en una OBLIGACIÓN? ¿Qué es lo que queda, entonces? Si algo queda, y esto en el mejor de los casos, es el compañerismo, la amistad si es que fue posible cultivarla, regarla. Si no, sólo puede quedar el sentido de propiedad, mayor cuanto más tradicional y machista sean ambos o uno de los dos. En muchos casos, hay quienes mezquinan a su pareja de otras personas ¡sólo porque no tolerarían dejarla que sea feliz con otra persona! Es lo que mal llama AMOR.
¿Y el buen amor? ¿Existe? Sí, puede existir. La cuestión es que es difícil y se diluye con más facilidad que los amores tradicionales. Porque tiene que dar, para seguir siendo amor. Porque deja libre, para seguir teniendo dignidad. Porque sabe que nadie es dueño/a de una persona, ni siquiera si es correspondido/a. Y quizás, porque sabe esperar pero también sabe que el amor es amplio, aunque no eterno.
Hay demasiadas mentiras en torno al amor. Por algo los cuentos y las películas románticas terminan justo cuando "se casaron, y fueron felices y comieron perdices". Más allá de que las pobres perdices no tienen la culpa, la verdad es que si se prolongara más allá de aquel "se casaron y fueron felices", muy otro sería el cuento.
Llegarían las cuentas de agua, luz, la abuelita enferma, los suegros que llegan a instalarse en la casa, los hijos sotretas que nunca salen como uno/a quiere, el fideo que no es igual que el arroz y no hay modo de ponerse de acuerdo, los chismes, los desacuerdos políticos que se meten hasta en la cama, la plata que no alcanza o que alguno no sabe manejar, y mil etc. muy problemáticos que le ponen a uno y a una los pelos de punta y que pueden llevar a cualquier matrimonio a ser lo que es y está destinado a ser desde que un cura lo bendijo y un juez lo inscribió "para bien y para mal": una mierda.
Y sin embargo, gracias al mal llamado amor ¡qué hermosos poemas se han escrito! Quizás, sólo quizás, por eso podemos disculpar a ese sentimiento absolutamente ególatra y desconsiderado que suele terminar mal, muy mal, al estilo de ¡atrapado sin salida!

Horizontal... mente, ¿no es en verdad lo que se quiere cuando se habla del mal llamado amor?

Horizontal...
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(De: "La voz a ti debida")


Horizontal, sí, te quiero.
Mírale la cara al cielo,
de cara. Déjate ya
de fingir un equilibrio
donde lloramos tú y yo.
Ríndete
a la gran verdad final,
a lo que has de ser conmigo,
tendida ya, paralela,
en la muerte o en el beso.
Horizontal es la noche
en el mar, gran masa trémula
sobre la tierra acostada,
vencida sobre la playa.
El estar de pie, mentira:
sólo correr o tenderse.
Y lo que tú y yo queremos
y el día —ya tan cansado
de estar con su luz, derecho—
es que nos llegue, viviendo
y con temblor de morir,
en lo más alto del beso,
ese quedarse rendidos
por el amor más ingrávido,
al peso de ser de tierra,
materia, carne de vida.
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el trasamor,
ya cambiados
en horizontes finales,
tú y yo, de nosotros mismos.

(Pedro Salinas)