sábado, 30 de octubre de 2010

¿Qué tienen de brujas las mujeres?

¿Por qué por siempre y desde siempre las mujeres han sido acusadas de brujería? Más allá de consideraciones hasta graciosas aunque ciertas que podrían analizarse detenidamente, la verdad es que los hombres sus razones tienen, lo que no quiere decir que sean razones justas. Y más allá de ellas, se han cometido innumerables abusos, violencia y crímenes contra las mujeres, en razón de las supuestas "brujerías".
Consideremos la creación, en su versión religiosa. Adán y Eva. Metida como una víbora en medio, la primera mujer condenada y expulsada del paraíso, Lilith, la hacedora de demonios. Claro, sus hijos (ella, de concepción poco respetuosa respecto a Adán, ya que le atribuyeron coito con nada menos que los demonios, aquellos ángeles rebeldes también expulsados) no podían ser benditos. Ya que la madre no se avino a obedecer a Adán, como sí lo hizo Eva... aunque ésta en definitiva terminó perdiendo al hombre, con una simple mordida. Así de fácil, y entonces quien indujo al pecado a Adán fue Eva, ¡así de zonzo! ¿Adán, inocente? Es de suponer que se habrá pasado el resto de la vida reprochándole a Eva: "¿te acordás, querida, que me hiciste morder la manzana? Dicho sea de paso, ¿quién fue el chongo que te regaló la manzana, eh? ¡A mí no me vengas con el cuentito de que fue una serpiente! ¡Bruja!"
Es elemental presumir que, con el paso de los años y la rutina "matrimonial" Eva habrá terminado entendiendo a Lilith y en secreto la habrá admirado ¡y envidiado! Al final, ¿quién tenía que lavar los cacharros, la utilería, las hojas de parra de Adán y los juguetes sexuales de la chacra? ¡Ella, la esposa legal! ¿Y con qué recompensa? La de figurar como la primera mujer, hecha de la costilla de Adán. A Lilith medio se la ocultó, pero no pudieron del todo. Como les pasa a las esposas respecto a las amantes de sus maridos. Como ellas saben que les pasa, porque a una mujer nunca se la engaña del todo. Ellas "saben", huelen, la existencia de cualquier otra congénere suya alrededor de su hombre. También por eso, las mujeres se ganan el calificativo de "brujas".
Y sin embargo, simplemente la mujer está acostumbrada a hilar todos los detalles, a pescarlos. Al final, es porque es madre y tiene que ser tanto enérgica y decidida, como vigilante. Y como otra mujer crió al hombre que tiene al lado (o al costado, o abajo) decididamente entre ellas se entienden, se reconocen las mañas y saben cómo irlos manejando. Entre madre y esposa lo tienen tanto hechizado como harto al individuo, quien, contra la madre no dirá nada, probablemente, si ella lo supo criar en la sana obediencia y virtud de hijo con complejo de Edipo.
Pero contra su señora, una vez cansado de la monogamia legal, levantará el dedo o el garrote y la tildará de malévola, de bruja, chismosa y tendenciosa, quizás la tueste a palos. La madre de él, sin embargo, tampoco se librará de tales calificativos. Para eso tiene a su propio esposo, y a veces... a la nuera. Esta, con frecuencia la hace blanco de su furia, pero por haber parido al "alhajita", así que también dirá que su suegra es una BRUJA. La venganza femenina de la suegra bruja, mientras tanto, se va preparando: ya la nuerita tendrá su propio hijo, ya verá la pérfida, ya verá cuando tenga una nuera.
Y mientras tanto, para consolarse de necesitar a las dos brujas de su vida, el "pobre" hombre, tiene 2 salidas: salir con los amigotes a estupidizarse chupando hasta el agua del florero en los bares, o buscarse una seductora amante, una divina capaz de hacerle olvidar en la cama todas las penas... ¡hasta que le dará la sorpresa de su vida al adivinar como una BRUJA hasta cuántas veces le hace el amor a su esposa legal! Ay, ay, el pecado original. ¡A ver si dejamos de morder la manzana, eh!

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